Una de las noches que más nos quisimos

Una de las noches que más nos quisimos y todo era rojo alrededor. Y llegamos apurados pero ahí el tiempo se detuvo. Nos lamimos los huesos con cuidado, con calma. Nadie tenía que correr. Nadie tenía a dónde ir que no fuera al siguiente trozo de piel. Qué cautela. Con la lengua nos hicimos un hueco hasta ascender a la dermis y sin sorpresa dijimos que nuestros cuerpos ya se conocían, lo reconocimos. Cómo empezaron a platicar, a abrazarse desde dentro y nosotros nada más observábamos, los acompañábamos con las manos. Esa noche duró muchas, fue como pagar una deuda ancestral y un anticipo de algo que no volveríamos a vivir. Fue llenarnos del otro hasta lo más profundo -para aguantar quizás varias vidas más- y soltarnos después.


28.05.19
CDMX